miércoles, 20 de marzo de 2013

Mons. Robert Vasa, Obispo de la Diócesis de Santa Rosa, California, ha salido en las noticias por atreverse a fomentar la unidad en la fe.


UN LLAMADO A LA FIDELIDAD.

Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Human Life International

“La Tradición y la Escritura constituyen, pues, un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, persevera constante en la fracción del pan y en la oración (véase Hechos 8:42), de suerte que pastores y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida”. (De Verbum, no. 10.)

Mons. Robert Vasa, Obispo de la Diócesis de Santa Rosa, California, ha salido en las noticias por atreverse a fomentar la unidad en la fe. El tema en cuestión ha sido el hecho de que Mons. Vasa ha exigido a los profesores de colegios católicos de su diócesis que firmen un anexo a sus contratos anuales en el cual cada docente reconozca que “los errores modernos”, como la anticoncepción, el aborto, el “matrimonio” homosexual y la eutanasia son “actividades que ofenden gravemente la dignidad humana”. El anexo, cuyo apropiado título es “Dar testimonio”, pregunta al maestro o maestra, como “modelo católico de vida” que es, reconocer que ha sido llamado o llamada a “una vida de santidad” y que “este llamado me compele más aún, porque me ha sido confiada, como parte de mi vocación como profesor o administrador en una escuela católica, la formación de las almas”.

Desde luego, la preocupación pastoral de Mons. Vasa ha sido abordada por parte de los medios seculares de difusión como si fuese una “negación” de la libertad de los docentes. Y los maestros que han tenido el “valor” de protestar abierta pero anónimamente, están siendo tratados por dichos medios como si fuesen “mártires”.

Tenemos que darnos cuenta de que Mons. Vasa no sólo tiene todo el derecho de pedir a sus maestros que apoyen la fe de la institución que paga sus sueldos, sino que también está ejerciendo su prerrogativa y su deber como pastor y padre espiritual. La mayoría de los católicos desconocen las doctrinas básicas de la Iglesia. La práctica en la esfera pública de la fe y la religión ha desaparecido prácticamente de las sociedades que antes se llamaban cristianas. En vez de ser luz y levadura para la transformación de la cultura, muchos católicos son causa de escándalo por culpa de su indiferencia y estilos seculares de vida.

Por medio de su exigencia totalmente razonable, Mons. Vasa afirma el papel crucial que desempeñan la educación católica y los educadores católicos. La formación de un joven en la fe católica implica mucho más que simplemente exigirle que memorice ciertos aspectos de la religión. Exige la plena integración de la devoción y la doctrina en la vida diaria. Por medio de un amor por Cristo que sea evidente y de un testimonio de devoción y doctrina sólidas, los maestros desempeñan un rol esencial. Pero cuando se da una desconexión entre las palabras y las obras, los estudiantes se dan cuenta y comienzan a ver la fe como si fuese algo desprovisto de autenticidad y se fomenta en ellos la duda.

Los estudiantes necesitan que se les anime a vivir en armonía con Cristo. Y ello comienza con aquellos a quienes se les ha confiado la formación de la juventud.

Para aclarar más aún su razonamiento, Mons. Vasa se refirió a su cargo como el del “principal maestro” de la diócesis y recordó a todos los maestros de escuelas católicas de su diócesis que ellos son agentes del obispo. Esta declaración es muy importante en el debate sobre quién es el responsable de supervisar la auténtica proclamación de la fe católica dentro de una diócesis.

“La Iglesia, a la cual Cristo Nuestro Señor encomendó el depósito de la fe, para que, con la asistencia del Espíritu Santo, custodiase santamente la verdad revelada, profundizase en ella y la anunciase y expusiese fielmente, tiene el deber y el derecho originarios, independientemente de cualquier poder humano, de predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso sus propios medios de comunicación social”. (Código de Derecho Canónico, no. 147, 1).

Mons. Vasa, al exigir a los docentes católicos de su diócesis que prometan fidelidad a la doctrina de la Iglesia, simplemente está ejerciendo su papel y responsabilidad como obispo. Más aún, Mons. Vasa reconoce que el privilegio de transmitir la fe no se limita al obispo. Se encuentra también en cada discípulo a quien Cristo ha llamado a participar plenamente en la proclamación del Evangelio y la vida de la Iglesia – evangelizar y santificar la esfera temporal.

Los problemas que enfrenta la juventud católica son numerosos y se complican más aún por la falta de formación moral y espiritual. Demasiado a menudo, a los jóvenes les dicen o les dan la impresión de que la fe es una cuestión privada. Nunca se les pide que hablen de Dios en público o cuando surja un tema controversial, para que nadie se sienta “marginado”.

Para contrarrestar la corrosiva influencia de la cultura secular, debemos ayudar a nuestra juventud a descubrir su verdadera identidad en Jesucristo – el Camino, la Verdad y la Vida. Entendida correctamente, la fe católica  no es uno de muchos aspectos de la vida, en vez de ello, la fe da forma y significado a nuestras vidas en un sentido mucho más pleno.

Uno de los temas principales del pontificado de Benedicto XVI fue el llamado que hizo a los católicos a redescubrir la herencia, la tradición y la identidad católicas. Escuchamos este llamado, que el Santo Padre repitió a menudo, una vez más al comienzo del Año de la Fe: “Redescubrir el contenido de la fe que se profesa, se celebra, se vive, con la cual se ora y que se refleja en el acto de fe, es una tarea que cada creyente debe hacer propia” (Porta Fidei, no. 9). El Papa reconoce que hay una crisis de cómo se conoce la fe, se vive y se testimonia. Benedicto XVI se dio cuenta más que ninguna otra persona que un secularismo radical y militante sólo puede ser contrarrestado por medio de un testimonio auténtico del Evangelio, de la santidad y de la transformación personales a través de un encuentro con Jesucristo. “La Iglesia debe aprestarse a guiar a la gente hacia fuera del desierto y hacia el lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida y vida en abundancia”. (Homilía Inaugural, 24 de abril de 2005.)

Al igual que Benedicto XVI, Mons. Vasa reconoce que las amenazas contra la dignidad humana tienen su raíz en la falta de fe y en la falta de una relación con Jesucristo. Hay tendencias que influyen negativamente en los jóvenes, al conducirlos a adoptar una visión del mundo que se caracteriza por el narcisismo y el individualismo, una visión en la cual la fe es un asunto privado, si es que se tiene fe del todo.

Si vamos a lograr cambiar estas tendencias, debemos asegurarnos de que los jóvenes reciban una formación auténtica y debemos proporcionarles las herramientas esenciales que necesitan para vivir su fe católica. Tenemos el derecho de abrigar la expectativa de que los maestros sean buenos ejemplos de virtud cristiana y que solamente enseñen doctrina sólida, especialmente en nuestras escuelas católicas – y yo añadiría, en la formación catequética en nuestras parroquias. Para que se dé una renovación y transformación genuinas, la Iglesia tiene que comprender una vez más cuál es su identidad y su misión. Una vez que se da cuenta de ello, entonces puede convertirse en un instrumento y testigo eficaz ante el mundo de hoy.

Aplaudo a Mons. Vasa por su valor y su disposición de guiar a su rebaño por medio de una auténtica atención pastoral.

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