miércoles, 20 de marzo de 2013

Francisco recorrió la Plaza San Pedro en un sencillo papamóvil descubierto y se detuvo en una oportunidad para saludar a una persona enferma que se encontraba entre los miles de fieles.



Entre los presentes, se destaca la participación, por primera vez, del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que no había acudido a una de Inicio desde hace 1.000 años. Además, por parte de las Iglesias y denominaciones cristianas participan 33 delegaciones (14 orientales, 10 occidentales y 3 organizaciones cristianas, entre otras) y, además del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I; también está Catholikos armenio Karekin II de Etchmiadzin; del Metropolitano Hilarión del Patriarcado de Moscú; numerosos Metropolitanos; el Arzobispo anglicano de York, John Tucker Mugabi Sentamu; y el Secretario del Consejo Mundial de Iglesias, Fykse Tveit, entre otros.
El Sumo Pontífice, con los patriarcas y arzobispos mayores católicos en procesión, subió a la basílica para salir a la Plaza de San Pedro, donde se le colocó el palio y se le entregó el anillo del Pescador que, como signo de austeridad, Francisco dispuso que sea de plata dorada, en lugar de una joya de oro.
Ante todas las delegaciones se inicio el ministerio petrino de Francisco, junto a la representación italiana.
Cristina Fernández aguardaba esta mañana en la plaza San Pedro del Vaticano, junto al titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, al canciller Héctor Timerman y al titular de la Unión Industrial Argentina, José de Mendiguren, entre otros.
Entonan la oración colecta de la Solemnidad de San José. Los miles de fieles congregados oran con una devoción sobrecogedora.
Un niño del Coro de la Capilla Sixtina entona el Salmo 88. “Su descendencia perdurará para siempre” “para siempre jamás se ha fundado tu estirpe”. Los cardenales siguen la liturgía y se unen al Coro. Continúan con la lectura de la carta del apostol Santiago a los Romanos
Un Diácono vestido con las ropas de oriente y una cruz griega, representa un doble pulmón oriente y occidente. Comienza ela lecturadel Evangelio de San Mateo. Los que portan los cirios son franciscanos. Escuchamos el Santo Evangelio en griego”La paz esté con vosotros”
“Queridos hermanos y hermanas, doy gracias al señor por poder celebrar esta santa misa en la solemnidad de San josé, esposo de la Virgen”, como dedicatoria para Joseph Ratzinger y le dedica el inicio de la Misa. En esta Homilía en el día de San José. estaca la humildad de San José “incluso cuando no comprende nada”.
Bellas palabras las del Papa: ‘No debemos tener miedo de la bondad, ni mucho menos de la ternura. El odio, la envidia y la soberbia manchan la vida, custodiar es vigilar nuestro corazón’.
El mensaje del Pontífice puede resumirse en esta frase ‘El Papa tiene que poner sus ojos en el servicio humilde de San José’. Termina la Homilía entre aplausos. Comienza el Credo.
El Papa Francisco dedicó tres cuartas partes de su homilía a presentar el servicio sobrio, humilde y entregado de José de Nazaret. Ese era su mensaje al mundo. Tan sólo en la parte final abordó ‘el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, sucesor de Pedro’.
La tarea que asume se inspira en la que ejerció el esposo de María, y¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende.
Con un lenguaje sencillo, el Santo Padre explicó que: Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, les acompaña en todo momento con esmero y amor.
Concretamente, según Francisco, ‘está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús’.
El Papa invitó a ver en José el modo de responder a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.
La tarea de proteger la creación y las personas no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Todo el mundo tiene la obligación de custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís. En pocas palabras, se trata de tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón.
El Papa insistió en precisar todavía más: ‘Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres’.
Pero no estamos en el Paraíso, y Francisco recordó que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. Y concluyó: No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.
Pasando finalmente a mencionar su tarea, Francisco afirmó que hoy «celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata?.
El nuevo Papa explicó que a las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Por lo tanto, continuó, Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz.
Concretamente, el Papa debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños.
Es una indicación de Jesús, y es también eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado. Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.
Francisco había comenzado su homilía, pronunciada en italiano, recordando que hoy es el santo de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, a quien los fieles dedicaron un gran aplauso.
Hacia el final de sus palabras, Francisco afirmó que deseaba abrir un resquicio a la esperanza. Lo había conseguido plenamente.
Su homilía fue quizá una de las más tiernas pronunciadas en la plaza de San Pedro. Los fieles estaban emocionados, y le premiaron con una ovación poderosa e interminable. Era también, la respuesta a su súplica final: A todos vosotros os digo: ¡rezad por mí!.

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