jueves, 25 de julio de 2013

El Papa Francisco puso este miércoles al pueblo latinoamericano bajo la protección de la Virgen de Aparecida, la patrona de Brasil, y exhortó a los fieles a no perder la esperanza afirmando que aunque el ‘diablo, el mal, existe, no es el más fuerte, el más fuerte es Dios’.

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También pidió a los padres y educadores que transmitan a los jóvenes los valores que les hagan artífices de un mundo más justo, solidario y fraterno.
Francisco ofició  la misa en una mañana fría y lluviosa en el santuario mariano de Nuestra Señora de Aparecida, a 245 kilómetros de Río de Janeiro.
El Papa  viajó a Aparecida para postrarse a los pies de la virgen negra, pedirle por el éxito de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud y poner al pueblo latinoamericano bajo su protección y dijo: “Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María -que amó a Jesús y lo educó- para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno”.
“Para ello es necesario que los hombres mantengan la esperanza, se dejen sorprender por Dios y vivan con alegría”.
“Dios nunca deja que nos hundamos,  aunque  el diablo, el mal, existe, no es el más fuerte. El más fuerte es Dios y Dios es nuestra esperanza”.
“Hoy día los jóvenes sienten la sugestión de tantos ídolos  que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza, como son el dinero, el éxito, el poder, el placer  y que ello se debe a la sensación de soledad y vacío que sufren  y que les lleva a la búsqueda de compensaciones de estos ídolos pasajeros”.
También exhortó a los adultos a ayudarles a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor.
“Son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales”.
“Hay que  vivir con alegría,  ya que un cristiano es alegre, nunca triste y no puede ser pesimista, no puede tener el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo”.
“Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se inflamará de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor. Como decía Benedicto XVI, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro”.

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