miércoles, 15 de enero de 2014

Cuatro modelos de creyentes, para reflexionar sobre el verdadero testimonio del cristiano.

Papa Francisco: cristianos, no sean legalistas, la fe no es un peso

Homilía hoy en la Domus Santa Marta


© SABRINA FUSCO/ALETEIA
 En la Misa matutina en Casa Santa Marta, el Papa Francisco se inspiró en las figuras presentes en las lecturas del día para subrayar que la novedad traída por Jesús es el amor de Dios por cada uno de nosotros. Por tanto, puso en guardia contra actitudes hipócritas o legalistas que alejan a la gente de la fe.

El Papa Francisco se detuvo, en su homilía, en cuatro modelos de creyentes, tomando ocasión de las lecturas del día: Jesús, los escribas, el sacerdote Elí y sus dos hijos, también ellos sacerdotes. El Evangelio, observó, nos dice “cuál era la actitud de Jesús en su catequesis”, “enseñaba como uno que tiene autoridad y no como los escribas”. Estos últimos, afirmó, “enseñaban, predicaban, pero ataban a la gente con tantas cosas pesadas a los hombros que la pobre gente no podía seguir adelante”.

“Y Jesús mismo les dice que ellos no movían estas cosas ni con un dedo, ¿no? Y después, dirá a la gente: ‘¡Haced lo que dicen pero no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos escribas, estos fariseos, es como si dieran palos a la gente, ¿no? ‘Debéis hacer esto, esto y esto’, a la pobre gente… Y Jesús dice: ‘Pero así cerráis – ¡se lo dice a ellos! – la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejáis entrar, y vosotros tampoco entráis!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de su fe… Y así, cuantos hay que creen que la fe es así…”.

En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel, añadió, encontramos la figura de Elí, “un pobre sacerdote, débil, tibio” que “dejaba hacer muchas cosas malas a sus hijos”. Elí estaba sentado ante la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora “que rezaba a su manera, pidiendo un hijo”. Esta mujer, afirmó el Papa, “rezaba como reza la gente humilde: sencillamente, pero desde su corazón, con angustia”. Ana “movía los labios”, como hacen “tantas buenas mujeres” “en nuestras iglesias, en nuestros santuarios”. Rezaba así “y pedía un milagro”. Y el anciano Elí la miraba y decía: “¡Esta está bebida!” y “la despreció”. Él, advirtió el Papa, “era el representante de la fe, el dirigente de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora”.

“Cuantas veces el pueblo de Dios se siente no querido por aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes, por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien’. Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en el corazón aún tenía la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido. Sale la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido y su pereza… es un tibio. Y después acaba mal, pobrecito”.

Sus hijos, prosiguió, no se ven en el pasaje de la Primera Lectura, pero eran los que gestionaban el Templo, “eran ladrones”. “Eran sacerdotes, pero ladrones”. “Iban detrás del poder, detrás del dinero – dijo el Papa – explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los regalos” y “el Señor les castiga fuerte”. Esta, observó, “es la figura del cristiano corrupto”, “del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de la situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano” y “su corazón acaba corrupto”, como sucede a Judas. De un corazón corrupto, prosiguió, sale “la traición”. Judas “traiciona a Jesús”. Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo de creyente. Y el cuarto es Jesús. Y de Él la gente dice: “Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una enseñanza nueva” ¿Pero donde está la novedad?, se pregunta el Papa Francisco. Es “el poder de la santidad”, “la novedad de Jesús es que consigo trae la Palabra de Dios, el mensaje de Dios, es decir el amor de Dios a cada uno de nosotros”. Jesús, reafirmó, “acerca a Dios a la gente y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores”. Jesús, recordó el Papa, perdona a la adúltera, “habla de teología con la Samaritana, que no era un angelito”. Jesús, explica también, “busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón herido de las personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios”. Jesús, subraya, “quiere que la gente se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor”. Y toda esta actitud, añadió, “es por lo que la gente dice: ‘Pero, esta es una enseñanza nueva’”. No, observó el Papa, “no es una enseñanza nueva: es nueva la manera de hacerla. Es la transparencia evangélica”.

“Pidamos al Señor que estas dos lecturas nos ayuden en nuestra vida de cristianos: todos. Cada uno en su puesto. A no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con esto decirle: ‘Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios, cómo es tu’. Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta gracia”.

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