domingo, 9 de diciembre de 2012

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA VIRGEN AURORA DE LA NAVIDAD


INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA VIRGEN



          
http://dimeunapalabra.marianistas.org/wp-content/uploads/2008/12/1208.jpg         SOLEMNIDAD      8    DE   DICIEMBRE

Como es bien sabido, la Navidad cristiana (25 de diciembre) sustituye a la fiesta pagana del “Sol invicto” o del sol que, después del solsticio de invierno en Europa (21 de diciembre), emprende de nuevo el camino victorioso sobre las tinieblas invernales hacia los fulgores estivos: en efecto, para nosotros Cristo es el “sol” de nuestra vida, “la luz verdadera que ilumina a todo hombre” que viene a este mundo (cf. Jn 1,19)
Su madre, María de Nazaret, agraciada por Dios desde siempre y por esto “radiante de hermosura”, es la “aurora” que le precede, que le prepara el camino; aún más, que lo introduce.
Es necesario entonces, que en el tiempo de la preparación a la Navidad –en Adviento- los fieles dirijan su mirada hacia ella, limpia de pecado y llena de gracia desde el momento de su concepción. Durante este camino de Adviento, dirigido hacia el encuentro con el Señor que viene como luz en la noche, ella es modelo ejemplar de cómo se espera y de cómo se recibe al Verbo de Dios: esto se hace verdaderamente paradigmático el 8 de diciembre, en la solemnidad de su concepción inmaculada.

1.       UN ACONTECIMIENTO DE SALVACIÓN
El 8 de diciembre de 1854, Papa Pio X proclamaba solemnemente:
“La beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano”.
No hay que confundir Inmaculada concepción de María con concepción virginal de Jesús en el seno de la santísima Virgen.
Hoy, con el Concilio Vaticano II, podemos decir que María “está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; fue redimida de forma eminente, en previsión de los méritos de su Hijo. Así, con la exención de todo pecado en María, la obra salvífica de Cristo no es mutilada; aún más, se resalta su multiforme fuerza que supera los límites del tiempo con sus efectos, haciendo de la Virgen no sólo la “primera redimida” sino también la “pre-redimida”. Verdaderamente, “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20)

NUESTRA PARTICIPACIÓN EN ESTA FIESTA LITURGICA
El punto de referencia para nosotros es el Adviento. Los textos de la litúrgia de la misa manifiestan que también nosotros, los orantes, estamos  implicado en el misterio que se celebra; y se refieren explícitamente al tiempo litúrgico –el Adviento- y a su espiritualidad.
Debemos ser solidarios con la Virgen “sin pecado y llena de gracia”, aunque no podamos alcanzar la plenitud de su santidad; y por la misma razón, o sea, como “preparación radical” al encuentro del  Salvador que viene; Ella desde el punto de vista histórico, hace dos mil años; nosotros, desde el punto de vista litúrgico-sacramental, en el día de Navidad; y finalmente, en el plano escatológico-final, en su retorno glorioso. A este respecto se pueden ver las peticiones de las oraciones del día: van desde la expresión más bien genérica: “guárdanos limpio de todo pecado”; hasta la puntualización del pecado concreto en cuestión y de sus consecuencias: “que el sacramento que hemos recibido repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado del que fue preservada… la Inmaculada Virgen María”; y la referencia explícita del momento litúrgico concreto que vive la comunidad cristiana: “concédenos llegara Ti limpios de todas nuestra culpas”.
Desde esta perspectiva, el don hecho por Dios a la Virgen no aleja a la Hija de Sión, como los mariólogos les gusta llamar a María, de cuantos por su fe, tienen también ellos como padre a Abraham. También para todos los fieles, la liberación del pecado original es un hecho realizado: también en ellos, en virtud de la fe en la muerte-resurrección de Cristo, y del agua, el Espíritu ha realizado, liberándoles del pecado original, aquello que realizó en María, preservándola de él.
La liberación bautismal está modelada, en cierto sentido, sobre aquel  acontecimiento de gracia que fue la concepción inmaculada de la bienaventurada Virgen. Así a través de una recuperación del Espíritu bautismal y del consiguiente compromiso de vida como “criaturas nuevas”, muertas al pecado y vivas para la gracia divina, la solemnidad del n8 de diciembre produce en nosotros una preparación efectiva a la celebración sacramental del nacimiento del Señor.
Una vez más, la Virgen Madre no nos aparta del Hijo Salvador, todo lo contrario; según su providencial misión, la “Toda Santa” es, en realidad, “tipo” de la Iglesia que sale al encuentro de su Señor, y “modelo” de cómo debe ser acogido con una purificación comprometida y con la santidad total.
Por otra parte, en este sentido se eleva la invitación orante de los formularios de la Litúrgia de las Horas que los consagrados rezan en las horas canónicas:
-          “Oh Madre purísima, que no conoció el pecado y mereció llevar a Dios”.
-          “El Señor Dios altísimo te ha bendecido, Virgen María, entre todas las mujeres de la tierra”.
-          “Llevamos contigo, Virgen Inmaculada, correremos tras el olor de tus perfumes”.
-          “Salvador del mundo, que, con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado, líbranos a nosotros de toda culpa.
-          Oh sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
-          Redentor nuestro, que hiciste de la inmaculada Virgen María, tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo, haz también de nosotros templos de tu Espíritu”
Así  pues, no hay fisura  alguna entre Cristo el Señor y su Madre; ninguna discontinuidad entre la celebración de la inmaculada y nuestro compromiso de Adviento.
Que participar activamente en la solemnidad de la inmaculada nos llene de alegría y de gracia para poder disfrutar de nuestro ser hijos de Dios como hombres libres bajo la gracia y no como esclavos bajo la ley como solía decir San Pablo. La Virgen María nos bendiga siempre.

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