lunes, 19 de marzo de 2012

SAN JOSÉ EFICACÍSIMO PROTECTOR Y ABOGADO PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE.


CABILDO - Por la Nación contra el caos 



Punto 1. San José venerado en la Iglesia como abogado especial para alcanzar la gracia de bien morir.
“Está decretado a los hombres, dice el Apóstol (Hebreos, IX, 27), el morir una sola vez, y después el juicio”. Todos, pues, hemos de morir y dar cuenta hasta de cualquier palabra ociosa ante el Divino Juez, “el cual dará a cada uno el pago según sus obras” (San Mateo, XVI, 27). Y lo que es más, que ignoramos el cómo y el cuándo sucederá esto.

Nada,pues, hay más importante para todos que el velar, y estar siemprepreparados para aquella hora suprema, y alcanzar la gracia de bienmorir. ¿Y qué medio más a propósito para obtenerla que acudir a SanJosé y tomarle por protector y abogado para aquel terrible trance?

Enprimer lugar, él es para toda clase de personas el más acabado modelode una vida santa, como la mejor preparación para bien morir. A esto seañade su privilegio singular de haber expirado dulcemente en brazos deJesús y María. Todo cuanto se diga, en efecto, de la muerte preciosa delos Santos es apenas comparable a este privilegio de San José. LaIglesia misma lo celebra con estas palabras: “¡Ohsin par, feliz y bienaventurado José, en cuya hora extrema osasistieron juntos y solícitos Cristo y la Virgen con plácida faz!”.Además lo celebra permitiendo celebrar la fiesta del feliz tránsito deSan José, y que se le invoque como protector y abogado especial paraalcanzar una buena muerte.

Cuando,pues, así honra la Iglesia a este glorioso Santo, ¿no significa estoque a su juicio goza delante de Dios de un favor especial para alcanzarla gracia de bien morir, y que quiere que también sus hijos le honrencomo a Patrono de la buena muerte? Así por lo menos lo han entendido ylo entienden los fieles hijos de esta divina Madre, al erigirle altaresy establecer congregaciones para acudir a él como al abogado de losagonizantes. Y ¡cuántos favores y consuelos han recibido de él los queasí lo han invocado!

Acudamos,pues, siempre a él con filial confianza, y no dejemos pasar día algunosin pedirle la gracia de bien morir. Pidámosle que sea nuestroprotector y abogado en aquella hora tremenda, en la que tan poco han devalernos los honores, los intereses y aún los mejores amigos de latierra….


Punto 2. San José poderosísimo abogado de los agonizantes como padre adoptivo del Divino Juez.

“Desnudo, dice Job, salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a ella” estoes, a la tierra o sepulcro. Y lo mismo nos sucede a todos los míserosmortales. Sí, todos nacimos desnudos, y desnudos iremos a parar en elsepulcro, sin que nos acompañen allá más que buenas obras o malas, paracomparecer con ellas delante del Divino Juez.

Cual,pues, sea la angustia de una alma próxima a comparecer en el tribunalde Dios con solas sus obras, tan pocas buenas y tantas malas, y tan malreparadas, ¿quién lo puede explicar? Si a los menos tuviera a su favoralgún abogado celestial, que la defendiera delante del Divino Juez…

Esto,sin embargo, pueden esperar los verdaderos devotos de San José. No, élque tanto se gozó en su muerte con la asistencia de Jesús y de María,no permitirá que sus devotos mueran por lo menos sin su asistencia. Ycon ella ¿cómo no esperar una sentencia favorable por más que lospecados se presenten entonces a su vista como ejército de enemigos, elmás formidable?

Talvez los tales pecados ya están perdonados, sólo que el demonio secomplace en renovar su memoria para inducir a la desesperación. Y ental caso, la asistencia de San José es para sus devotos moribundos elarco iris de paz, nuncio de apacible calma después de horribletempestad.

Otal vez no estén aún perdonados por no haberlos confesado, o porhaberlo hecho mal. Y aún en este caso es la asistencia de San José unade las más consoladoras esperanzas por la eficacia de su intercesióndelante del Divino Juez. Éste, que mientras hay aliento de vida estodavía nuestro Redentor, bien puede hasta el último suspiroinfundirnos tanto arrepentimiento, que baste para borrar en un momentotodos nuestros pecados.

Sólofalta un intercesor bastante poderoso para aplacar su justicia, y moversu misericordia a conceder esta gracia. ¿Y quién mejor para esto que elglorioso San José? ¿Acaso hay quien pueda alegar mayores méritosdelante del divino Jesús y de su Santísima Madre?

Acudamos, pues, a él y digámosle como en otro tiempo los egipcios a su antiguo Patriarca: ¡Ohglorioso San José! en vuestras manos está nuestra salvación: a Vos,pues, la encomendamos ahora para aquel momento, en que habremos de serjuzgados por el Divino Juez.


Punto 3. San José protector de los moribundos contra los ataques y ardides del demonio.

“Como león rugiente, dice el Apóstol San Pedro (I Pedro, V, 8), anda girando nuestro enemigo alrededor de nosotros, en busca de presa que devorar”.Lo cual hace principalmente en la hora de la muerte, ya agravandoextraordinariamente los pecados, ya exagerando el rigor de la divinajusticia, poniendo así el alma en peligro de desesperación y deperderse para siempre. Bien puede, empero, abalanzarse contra ella elinfierno entero como ejército de gigantes; ¿qué podrá, si ella estábajo la protección y amparo de San José?

Escogidoese Santo por Dios para burlar la astucia y humillar la soberbia deldragón infernal en cuantos obstáculos pudiera poner a la redención delmundo; son por demás dignas de admiración la suavidad y eficacia conque llevó a cabo este designio de la Providencia. Así que, mediante sumatrimonio con María, fue ya como primero se ocultó al demonio elmisterio de la Encarnación, ignorando así la divinidad del Hijo, y laintegridad virginal de la Madre.

Asimismo,mediante su obediencia al Ángel del Señor y su huída a Egipto, fue comolibró a Jesús de la muerte decretada contra Él por Herodes, figura einstrumento del demonio. Mediante, en fin, su entrada a Egipto fuetambién como cayeron derribados los ídolos, como enmudecieron losoráculos, y el tirano de las almas fue encadenado, huyendo de allí losespectros infernales.

Ciertoque todas estas victorias más pertenecieron al Niño Jesús que a José;también lo es, empero, que éste fue el instrumento escogido de Diospara así confundir al enemigo de las almas, ensalzándolo por lo mismola Iglesia con el título, de “Vencedor del infierno”(Himno del Oficio).

Si,pues, tanto pudo José contra el demonio aquí en la tierra, ¿qué nopodrá ahora contra él en el cielo, ahora que, asociado su nombre al deJesús y de María, parece como disfrutar de un privilegio para librar desus asechanzas a los agonizantes puestos bajo su protección?

Pidámosle, pues, con confianza que se digne asistirnos en la hora de la muerte, y ahora y hasta entonces no cesemos de repetir: Jesús, José y María, que expire en paz con vosotros el alma mía. Amén.

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Recemos especialmente por las personas que han muerto el 19 de marzo de  cualquier año, para que el Patrono de la Buena Muerte haya tomado entre sus manos esas almas y las haya presentado ante el Tribunal del Misericordiosísimo Padre Celestial.

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