lunes, 15 de octubre de 2012

El Jueves 11 de Octubre de 1962 se dio solemne inicio al Concilio Vaticano II.


A 50 años del Concilio Vaticano II


Dijo el Papa: festejamos con "sobria alegría"


¿Llegó el resurgir primaveral que esperaba la magna asamblea?

Esa noche, cerca de 100.000 personas protagonizaron una marcha de antorchas que suscitó unas breves y poéticas palabras del Beato Juan XXIII (ver 1º video abajo).

Los católicos del mundo entero estaban embargados por intensas expectativas. El Papa Benedicto XVI, al dirigirse a una multitud en similares circunstancias, la noche de Jueves 11 de Octubre de 2012, improvisó las siguientes palabras:

"Buenas noches a todos y gracias por haber venido. Hace cincuenta años, este mismo día, yo también estaba en esta plaza, mirando a esta ventana a la que se asomó el Papa bueno, el beato Juan XXIII, que pronunció palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras que salían del corazón.
Éramos felices y estábamos llenos de entusiasmo. El gran Concilio ecuménico se había inaugurado; estábamos seguros de que llegaba una primavera para la Iglesia, una nueva Pentecostés, con una presencia nueva y fuerte de la gracia liberadora del Evangelio"

¿Se habrá cumplido la esperanza del resurgir primaveral esperado en forma casi unánime? Parece que no, si repasamos rápida y limitadamente algunas realidades.

La apostasía cunde en muchas naciones europeas, de modo que Europa acaba de negar oficialmente el lugar que a Jesucristo le debe en sus leyes. En esos países, en donde llegó a brillar la Cristiandad, fruto del armónico equilibrio entre el sacerdocio y la política, las otrora fértiles familias católicas, siguen la suicida práctica de la anticoncepción, lo que ha producido una espeluznante caída de los nacimientos, y ha puesto a aquellos países en peligro cierto de islamización.

Si hay menos católicos, porque simplemente no nacen, habrá menos vocaciones; luego se ira extinguiendo el presbiterado, como en Francia donde el promedio de edad de los sacerdotes se acerca a los 70 años. Si no hay sacerdotes y religiosos los conventos sobran y tienen que venderse. Algunas iglesias se clausuran e, inclusive, se venden para museos o ¡Sinagogas!

Por otro lado se ha producido la infiltración en las principales universidades católicas, de teorías heréticas que luego diseminan sus alumnos por el mundo entero con "chapa" romana. Ahí andan los Kung, los Torres Queiruga, los Grün, los Álvarez Valdés, etc. que conforman una lista tan interminable como vergonzante.

El psicoanálisis de Freud ha entrado en muchísimas casas de formación y seminarios, provocando la liberalidad de costumbres y, a la larga, el auge de abusos sexuales de todo género.

Se ha echado en el olvido total y completo, el Latín, idioma de la Iglesia, tan recomendado por el mismo Juan XXIII (Veterum Sapientiæ), de modo que hoy el pueblo de Dios no tiene lengua común, como si fuera posible la existencia de un pueblo sin idioma que lo vincule.
(Hace poco, un exorcista muy reconocido decía que la expulsión de demonios se hace súmamente difícil cuando se emplea la lengua vernácula, como si el diablo se riera, pero se calla y se espanta cuando se le habla en Latín. Lo mismo el ritual novus ordo, cuya efectividad es completamente inferior al antiguo, de modo que la mayoría de los exorcistas lo ha abandonado).

Y aquí llegamos al centro de la cosa: la pavorosa devastación litúrgica de que somos testigos, producto del desorden y la falta de ejercicio de la autoridad, ha convertido la Santa Misa en un show de dudoso gusto, una cena que eclipsa casi totalmente el sacrificio de la Cruz, renovado en forma incruenta sobre el altar.

Es, en nuestra opinión, evidente, que el otoño con visos de crudo invierno que padecemos (como dijo alguna vez el Cardenal Ratzinger en Informe sobre la Fe), tiene su origen en el aquelarre posconciliar sobrevenido sobre la sagrada liturgia.
Este es el corazón del problema, que no será resuelto mientras no se restaure en todo su esplendor, la belleza, la dignidad y la precisión el culto debido a Dios, enseñado por los mismos Apóstoles y que la Tradición se ha encargado de custodiar por siglos.

Por eso quizá el Santo Padre, luego de decirle a la multitud las palabras copiadas al inicio de esta nota, siguió así:

"Hoy también somos felices, tenemos la alegría en nuestro corazón, pero podríamos decir que es una alegría, quizás, más sobria, una alegría humilde.
En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce, siempre de nuevo, en pecados personales, que pueden transformarse en estructuras del pecado. Hemos visto que en el campo del Señor también hay siempre cizaña. Hemos visto que en la red de Pedro también hay peces podridos. Hemos visto que la fragilidad humana también está presente en la Iglesia, que la barca de la Iglesia también navega con viento contrario, en medio de tempestades que la acechan y, a veces, hemos pensado: 'El Señor duerme y se ha olvidado de nosotros'".

Por supuesto que el Papa, a continuación, enseña que "también hemos tenido una experiencia nueva de la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza, etc.".

Pero el sentido del discurso, y el balance ya está claro para el que quiera entender:

Si en el "invierno" del 62 estábamos entusiastamente alegres (como dijo el Papa), ¿por qué habríamos de estar sobriamente alegres ahora si la primavera hubiera acontecido?

Quizá el Papa haya querido decir también, que en el 62 había en el ambiente algo parecido a un entusiasmo "iluminista", es decir, una confianza en renovar la Iglesia basándose principalmente en las fuerzas del hombre. Por eso ahora, verificado un resultado menos alentador, ese mismo entusiasmo es humilde. Pues la humildad consiste en despojarse de sí para confiar en el Señor. (ver Monición para el próximo Domingo AQUÍ)
Y ya que a los organizadores de eventos de todos los tiempos les han gustado y les gustan las cifras exitosas que remarcan continuamente, recordemos que cuando Juan XXIII se asomó al balcón para ver la procesión en la noche del 11 de Octubre de 1962, pudo contemplar una multitud estimada en 100.000 personas, siendo el mundo poblado por alrededor de 3.000 millones de habitantes que carecían de la agilidad provista por los actuales medios de transporte.

En cambio, el 11 de Octubre de 2012 sólo asistieron 40.000 en un planeta habitado por 7.000 millones de seres que viven pegados al teléfono celular, a internet, y a los vuelos supersónicos.
Cincuenta años después, la Plaza de San Pedro fue, estadísticamente, ¡seis veces menos católica!

Les dejamos abajo imágenes de los dos momentos:


Plaza de San Pedro el 11 de Octubre de 1962





Plaza de San Pedro el 11 de Octubre de 2012




Curiosamente, el video comienza luego de la frase del Papa en la que indicó la sobria alegría con que celebra el aniversario. Más adelante dice, increíblemente el periodista, "el Papa... recordó que junto a los problemas ha habido motivos de sobra  para estar satisfechos". Con lo cual el oyente entiende que las dijo propiamente el Sumo Pontífice. Casualidad o habilidad para hacer decir lo que no se dijo.
Curiosamente también este video fue eliminado de la página de Rome Reports.



Discurso completo del Santo Padre

“Buenas noches a todos y gracias por haber venido. Hace cincuenta años, este mismo día, yo también estaba en esta plaza, mirando a esta ventana a la que se asomó el Papa bueno, el beato Juan XXIII, que pronunció palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras que salían del corazón.

Éramos felices y estábamos llenos de entusiasmo. El gran Concilio ecuménico se había inaugurado; estábamos seguros de que llegaba una primavera para la Iglesia, una nueva Pentecostés, con una presencia nueva y fuerte de la gracia liberadora del Evangelio.

Hoy también somos felices, tenemos la alegría en nuestro corazón, pero podríamos decir que es una alegría, quizás, más sobria, una alegría humilde.

En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce, siempre de nuevo, en pecados personales, que pueden transformarse en estructuras del pecado. Hemos visto que en el campo del Señor también hay siempre cizaña. Hemos visto que en la red de Pedro también hay peces podridos. Hemos visto que la fragilidad humana también está presente en la Iglesia, que la barca de la Iglesia también navega con viento contrario, en medio de tempestades que la acechan y, a veces, hemos pensado: 'El Señor duerme y se ha olvidado de nosotros'.

Esta es una parte de las experiencias de estos 50 años. Pero también hemos tenido una experiencia nueva de la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza. El fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo no es un fuego devorador o destructor; es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad, de bondad y verdad que transforma, que da luz y calor. Hemos visto que el Señor no nos olvida.

Hoy también, a su manera, humildemente, el Señor está presente y calienta los corazones, muestra vida, crea carismas de bondad y de caridad que iluminan al mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios. Sí, Cristo vive, está con nosotros también hoy, y podemos ser felices también ahora porque su bondad no se apaga.¡Hoy también es fuerte!.

Al final, me atrevo a hacer mías las palabras inolvidables del papa Juan: “Id a vuestras casas, dad un beso a los niños y decidles que es un beso del Papa”.

En este sentido y de todo corazón os imparto mi bendición: “Bendito sea el nombre del Señor”.

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