“Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.”
(Lumen Fidei, 60)
 Queridos catequistas:
Con estas palabras deseo llegar a ustedes para agradecerles, ante todo, la generosa entrega al ministerio que les confió la Iglesia, el cual ejercen con perseverancia y fidelidad. Estoy seguro de que el don confiado está en buenas manos, y con su dedicación y sacrificio, dan vida a la tarea evangelizadora.
Lo digo de este modo porque en la enseñanza paciente y laboriosa de la catequesis, ustedes dan profundidad y continuidad a la obra misionera. Los catequistas de parroquias, santuarios, escuelas, movimientos o donde lo permitan las circunstancias, trasmiten los valores del Evangelio y disponen a los catecúmenos para recibir los sacramentos de la fe.
No pocas veces, a pesar de las limitaciones o incomodidades para dar catequesis −al lado de las camas de los enfermos, en las cárceles, en la calle o donde los quieran escuchar, aceptando los desafíos−, no dejan de fijar siempre en la memoria, la inteligencia y el corazón las verdades esenciales que deberán impregnar la vida entera (Evangelii Nuntiandi, 44).
Ustedes, con su estilo cercano y artesanal −persona a persona−,  dan frutos abundantes en el campo de la misión de la Iglesia. Ella les confía a sus hijos, nacidos en las aguas del Bautismo, para que las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad maduren en un encuentro personal con Jesús, y así puedan convertirse de bautizados en discípulos de su Evangelio. Anímense a despertar el compromiso misionero en cada niño, en cada joven: que esa sea una tarea prioritaria en el itinerario de una catequesis permanente.
El papa Francisco nos ha dicho que la Iglesia es una Madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe(Lumen Fidei, 38), y ese arte se lo ha encargado a las familias y a ustedes, los catequistas.
Le pido al Espíritu Santo, quien les irá recordando todo (Jn 14,26) lo que van a trasmitir, que no les falte el amor a cada uno de ustedes, para que puedan vivir con alegría su misión en la Iglesia, sobre todo, como testigos de Jesús Resucitado.
Los abrazo y los bendigo de corazón.

                                                                       +Mario Aurelio Poli